Lucky Village

Esta obra trasmite un mensaje ideológico concreto, una visión existencial que se expone entre lo real y lo ficticio. En Lucky Village, la pequeña pedanía de La Herradura se muestra con un halo de misterio y un alma infranqueable que sólo vislumbramos a través de los realizadores y los personajes que aparecen.

El género documental siempre se presenta como objetivo. Despojado de todo artificio, intenta mostrar la realidad. Se llamó el cine-verdad, nada más lejos de la verdad, valga la redundancia. Siempre hay una representación de la realidad. La subjetividad del realizador, la parcialidad del encuadre, el trasfondo ideológico y cada uno de los múltiples aspectos de la realización, modifican esa supuesta realidad.

En un reciente artículo, Vicente Verdú nos llamó la atención sobre lo apropiado del intercambio de lo verdadero y lo falso en nuestra época. Ciertamente, hoy en día la simulación o la copia disputan su valor al original, y es que el estilo es lo único sustancial al arte.

Quiero mencionar a Serguei Eisenstein en relación a los aspectos formales de Lucky Village. Eisenstein estableció que existían distintos tipos de montaje audiovisuales que definió influido por el teatro Kabuki y la poesía Haiku japonesa. De hecho, pensaba que todo el lenguaje audiovisual occidental proviene de la cultura oriental, donde por cierto, en su época no existía cinematografía.

Y ello se refleja en Lucky Village: un collage de imágenes, de planos, de secuencias, de personajes, de textos, de sonidos, de espacios, de silencios… que muestran mundos personales, unidades de significados, que a través del montaje nos transmiten el mensaje que los autores quieren darnos de esa pequeña villa y sus habitantes.

Eisenstein definió 5 tipos de montaje: Métrico, Rítmico, Tonal, Armónico e Intelectual. Este último, el intelectual, es el que veo aplicado en Lucky Village. Consiste en el mayor y más complejo de los montajes, pues pone en valor todos los aspectos de los fragmentos y antepone el conflicto entre ellos a un plano más intelectual cargado de referencias culturales, que pueden ser o no reconocibles pero que funcionan de manera consciente o subconsciente en la asimilación del mensaje (en Lucky Village encontramos retratos fijos con fondos neutros, mirandas a cámara que recuerdan a las fotografías de Irving Penn, enfatizando a los personajes, extrayéndolos del anonimato, el tratamiento psicológico, sin psicología, de Godard, la distancia de Jarmusch, o el estilizado humor de David Byrne... )

Lucky Village está rodado en blanco y negro, y ello forma parte del mensaje, es un elemento más en el juego de contrastes o conflictos. El blanco y negro sublima la imagen, perfila más los sujetos y los objetos. El color introduce ruido, nos habla de la estruendosa realidad y distrae de lo esencial. El blanco y negro, en definitiva, atenúa la escandalosa presencia de la imagen. La ausencia de color modifica la mirada y la interpretación, la carga de simbolismo. En este, como en otros elementos del documental, los realizadores han aplicado el lema de Mies Van der Rohe -Menos es Más-.

Eduardo Trías, director del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva